1/21/2015

UN SISTEMA DE EDUCACIÓN DE LIBRE MERCADO

La comuna de Quilicura amplió su cobertura escolar  y le fueron adheridos tres nuevos establecimientos educacionales: la Escuela 335, ubicada en el sector de la carretera, y las Escuelas 338 y 339 del sector El Cortijo, además del Liceo N° 33.
Quilicura se extendía hacia “El cortijo” y la población “Huamachuco”. Todo estaba administrado y se conocía como el 7° sector Escolar.
Y de este modo se consolidó en la Comuna, al igual que en todas, el nuevo modelo escolar que imperaría en el país.
Durante ocho años la educación permaneció en esta situación.
En el año 1980, se inició un proceso absolutamente vertical que tendría como objetivo el cambio de la educación pública.
Para destrabar el antiguo modelo e insertar las nuevas políticas neo liberales de libre mercado, las asesorías técnicas del Gobierno aconsejaron el traspaso de servicios de salud y de educación al ámbito Municipal, esto crearía el marco para la salud y la  educación privada.
Sin ninguna consulta previa y de acuerdo a los lineamientos del Gobierno en abril del año 1982 los servicios de salud y de educación fueron traspasados a las Municipalidades.
En Quilicura se creó el Departamento de Educación Municipal y desde el mes de abril de aquel año, la administración de la educación quedó a cargo del municipio, dejando solamente como labor del ministerio de educación el diseño de las políticas curriculares, los planes y programas.
Desde el punto de vista pedagógico y participativo, al comienzo de este nuevo sistema se inició una verdadera competencia entre los establecimientos, porque el concepto en ciernes del marketing  educacional despertó,  merced de la lucha por las matrículas.
En efecto a partir del año 1982, apareció un lucrativo negocio que el sistema, no sólo lo permitía, sino que lo estimulaba y que era la educación.
Este hecho motivó que surgieran tímidamente, pero luego con mucha fuerza  los establecimientos particulares que captarían los “clientes” del mercado educativo.
Sin embargo, los municipios y Quilicura en particular manejaban este mismo concepto: Las Escuelas son pequeñas empresas que no pueden provocar déficit y que por lo tanto como sea deben mantener sus matrículas o luchar por acrecentarlas. De la cantidad de alumnos matriculados dependerán los ingresos que permitirán el financiamiento de la educación, esto es infraestructura, equipamiento, sueldos de profesores y personal administrativo. El modelo era clarísimo.
La comunidad empezó a hablar de Escuelas Municipales y Escuelas particulares.
Durante la década del ochenta una espada pesaba sobre los profesores  provocando  una marcada tensión: las matrículas había que mantenerlas y en ningún caso los alumnos podían abandonar  el establecimiento, la pena por este delito era simple, si no hay matrículas no hay dinero y disminuirán las plazas de los docentes.
Las metas eran claras y la amenaza también.
Esta situación despertó un concepto participativo que permanecía dormido: La educación extraescolar o las actividades extra programáticas.
En las décadas anteriores, sólo se trataba de pequeñas acciones de carácter recreativo, pero ahora se implementarían en todo su esplendor un generando múltiples instancias de participación escolar y un incontable número de encuentros, talleres y torneos.
Las Escuelas utilizaron de manera muy eficaz esta nueva herramienta y sin duda que las generaciones educadas en esto años fueron las más participativas en el aspecto deportivo y recreativo.
En los establecimientos fueron creadas las Unidades técnico pedagógicas, que asimilaban el funcionamiento pedagógico y que tenían dos vertientes de dependencia, una ministerial y una municipal, el caso es que las planificaciones semanales y semestrales se convirtieron en un enorme esfuerzo adicional para los profesores, puesto que con la tecnificación del sistema  se evaluaba en forma positiva o negativa según se cumpliera con esto.
Tres factores podrían resumir lo que acontecía con la educación en los años ochenta.
La rigidez del sistema en el marco político militar en que se desenvolvía
La tecnificación del proceso enseñanza –aprendizaje
El concepto de  marketing en un modelo de mercado educacional
A pesar de todo lo que pudiera considerase como progreso educativo, las herramientas fundamentales del profesor  seguían siendo  la tiza y el pizarrón.
La competencia entre las escuelas de la comuna se vivía subliminalmente en todos los ámbitos y los profesores asumían la identidad de cada plantel rivalizando con el resto, sin darse cuenta de momento, que eso correspondía a una estrategia del régimen. Mientras no existiera cohesión de las organizaciones, la dictadura militar y la totalidad de sus lacayos se perpetuarían en el poder.
Y así ocurrió.
La rivalidad de las escuelas se planteaba no sólo en forma pedagógica, sino en todos los aspectos, incluyendo la presentación de los alumnos, los concursos, los torneos, los desfiles escolares  y el vestuario de los docentes.
Esta situación tardaría muchos años en revertirse, porque además formaba parte de la idiosincrasia de la comuna de Quilicura.
El Departamento de educación a través de su Dirección, adquirió prontamente el liderazgo  en todas las acciones y proyectos educativos.
La respuesta de los profesores fue de absoluta sumisión.

No hubo posibilidad de que fuera de otra manera.

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