1/21/2015

QUILICURA EN LOS ALBORES DEL TERCER MILENIO

El año 2000, sorprendió a la educación en una gran crisis que se acentuaría en los años posteriores y cuya denuncia no vendría de parte ni de los apoderados, ni de los profesores ni de las autoridades. La denuncia inesperadamente vendría  de los propios alumnos y de sus organizaciones.
Los equipos técnicos y de gestión municipales promediando la primera década del año 2000, experimentaban cierto desgate. En verdad habían completado muchos años y el avance de la tecnología y el desafío de la jornada escolar completa con todas sus carencias, mermaban su eficiencia y su eficacia.
Los alumnos quebraron los paradigmas escolares y el uso de celulares y equipos similares  dieron paso al “nuevo alumnado”.
La disciplina que se imponía con tanto éxito en los años anteriores, ahora ya no respondía. Los alumnos hoy absolutamente conscientes más de sus derechos que de sus deberes, se enfrentaban a un profesorado desarmado pedagógica  y legalmente.
La jornada escolar completa había roto con la búsqueda de los intereses de los alumnos, y de los padres y ´apoderados, el proyecto no tenía consistencia porque los alumnos se daban cuenta de manera casi obvia, que lo que ocurría después de la colación era lo mismo que se trabajaba en las jornadas matinales. Al alumnado le invadió la desidia y el desencanto y encontraron a través de la tecnología digital, sus propios derroteros.
La desmotivación impuso su ritmo y los resultados se reflejaron en todo tipo de análisis y pruebas. La crisis no era local, era nacional.
Los antiguos maestros formados en otra “Escuela”, se convirtieron en los más críticos detractores de todas las innovaciones curriculares y aunque su descontento no era público se hacía sentir su desencanto.
Los profesores habían vivido la pasión por la enseñanza y sus mayores satisfacciones radicaban en el progreso de sus alumnos.
En su interior y con convicción pensaban que eran capaces de lograr rendimiento de los alumnos tan sólo con la pizarra y la tiza.
La deserción de la educación municipal y el incremento de la matrícula en los colegios particulares era el mejor reflejo del cambio de paradigma en el sistema. Quilicura se debatía en los mismos escenarios  porque la crisis no se encontraba en los alumnos, no la producían los maestros, no era responsabilidad de los equipos de gestión. La crisis casi irreversible la constituía el modelo de sociedad  que producto de la desigualdad social había traumatizado el alma de la patria.

Vendrían nuevas generaciones de maestros y equipos directivos, como suele ocurrir, con la soberbia casi natural de desconocer las secuencias históricas y el camino ya recorrido por otros.
La nueva subvención de educación preferencial (SEP) parecía que podría resolver la crisis educativa, pero no fue así. No basta con nutrir de especialistas a las Escuelas, no basta con implementar con todo tipo de equipamiento las aulas, no basta con abastecer de materiales los talleres y laboratorios, no basta con maquillar de modernidad  el quehacer educativo y no basta con expresar que “los tiempos han cambiado”.
La Educación en Quilicura se debilitó fuertemente y la mística fue desapareciendo, las metas se minimizaron y el rol del maestro se fue desfigurando, el horizonte y el norte se empañaron con muchos distractores y una nebulosa envolvió lo que un día fue trascendente.
Siempre se requiere una dosis de misticismo e inconformidad. Todo requiere desafíos y  trabajo,  sueños por cumplir y metas por alcanzar.
Sin embargo el muro de la dificultad es enorme, porque los objetivos transversales que tan vigentes estuvieron hace algunos años, hoy no tienen sentido ni para los educadores ni para los educandos. La vida ha cambiado de exigencias e impera una nueva legalidad.
La nueva legalidad establece que debes prepararte  para “sobre vivir “en esta sociedad.

En nuestra patria, Los estudiantes de Chile alzaron sus voces con convicciones admirables. Remecieron el sistema con sus gritos, sus bailes y sus cantos. Pero no fue eso suficiente.
Una vez más los adultos, el Estado y la Nación,  las personas que deben tomar las decisiones,  escucharon sólo una parte muy pequeña del mensaje.

¡Despierten niños, es hora de levantarse, el sueño ya terminó..!.


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